En el principio, si
alguna vez hubo un principio, fue el cuento. A través de él, primero oralmente y
posteriormente de modo escrito, se transmitía la cultura y las experiencias de
generación en generación. Las religiones fundan el origen de su tradición en un
mito, un cuento que describe el pasado,
las estirpes, las relaciones entre los sexos y la cultura.
El contar, el relatar,
ha tenido y tiene una importancia relevante en la cultura humana. Contar un
cuento, leer un cuento, sigue siendo una actividad frecuente durante la
infancia y marca a los niños en su afición por la lectura.
El concepto de cuento, de relato es,difícil de definir, de
caracterizar como género literario delimitado
y con fronteras concretas.Se nos presenta como una mezcla de todos. Aparecen en él elementos líricos, épicos,
dramáticos... Pero también posee entidad propia. No es una novela reducida, el
relato es distinto y tiene una esencia característica.
Las diferencias con su compañera más cercana, la novela, no
se deben ceñir a la mayor extensión de esta, sino a las distintas técnicas que
una y otro requieren. La novela se caracteriza, entre otras cuestiones, por el
análisis,la selección de detalles,
adquiriendo importancia la descripción profusa de los mismos. El cuento es ante
todo, síntesis y presenta un “tempo”, un ritmo concreto y rápido. En el cuento
aparecen unos pocos personajes—a veces
uno solo—metidos en una situación cuyo desenlace inmediato esperamos y sabemos
que vendrá en unas pocas páginas.
Una nota primordial del cuento es su carácter de instantánea.
Pretende sorprender la vida en un momento, fotografiar la realidad o la
fantasía de modo preciso. Así se nos presentan todas sus peculiaridades: la
brevedad, la condensación, la tensión acumulada, la intensidad de narrativa, la
importancia decisiva de cada palabra utilizada y el arte de sugerir o
insinuar.Requiere una mirada atenta y un oído fino para incorporar las conversaciones,
las escenas del entorno y contarlas como
suceden o modificarlas creando una realidad paralela y nueva.
El verdadero escritor de cuentos no los crea como paso previo y necesario entrenamiento para escribir posteriormente
una novela, considera el cuento como una
gran empresa creativa en sí misma.
“El cuento y la novela
son del mismo género, pero de distinta especie. Un gran narrador de relatos
cortos puede ser un mediocre novelista y viceversa. El cuento tiene un ritmo y
una urdimbre muy especiales, lo mismo que la novela. Escribir un cuento es una
historia distinta tan difícil o más que la novela misma”, escribe Ignacio Aldecoa. Estoy de
acuerdo con él y estas características se presentan en los cuentos de la autora de este libro.
Silvia Cuevas Morales nace en Chile y en la adolescencia,
después del golpe de estado de Pinochet, emigra en 1975 junto a su familia a Melbourne donde
concluye su formación académica e inicia su carrera profesional y literaria. Es
Licenciada en Filología Hispánica (con especialización en Literatura Española y
Latinoamericana). Ha impartido clases de
Literatura y Lengua Española en la Universidad de Monash, Melbourne y Victoria.
Trabaja como
periodista independiente en varios medios de comunicación de Australia, Estados
Unidos y España. Hay que destacar su actividad profesional como traductora de
textos literarios. Desde finales de los noventa del siglo pasado, vive en
Madrid.
Estamos ante una recopilación de doce cuentos escritos en
diferentes épocas de su vida y publicados en diversos medios de comunicación.
No hay una cronología en su presentación. En ellos aparecen una serie de temas
fundamentales que suelen ir combinados en las historias, independientemente de
que predomine o no uno de ellos en cada historia.
El golpe de estado en Chile, la represión, la locura, la
emigración forzosa, la sexualidad…son algunos de los aspectos recurrentes en
todos los relatos y, muchas veces, aderezados con el terror, el miedo y, en
ocasiones” el absurdo”, que aparece como elemento que intensifica el
desasosiego de la historia. Hay dos vertientes fundamentales en este libro: la
existencial y la social ambas, perfectamente amalgamadas. Los cuentos nos remiten al
sufrimiento del ser humano perdido en una sociedad hostil en la que, por otro
lado se ve obligado a insertarse. El
desamparo de la vida del hombre se manifiesta de modo constante. La soledad no
adquiere valores del romanticismo poético, sino de drama personal y la espera
se convierte en una escéptica aceptación del final.La mayoría de los personajes
son femeninos y es en las mujeres, principalmente, en las que la autora focaliza este sufrimiento de modo más
intenso.
Los cuentos de Silvia Cuevas tienen como inspiración la vida.
Escribe, fundamentalmente, del mundo que
tiene delante y de las personas con las que se cruza. Mira la vida, vive y después
nos lo cuenta. El carácter realista del libro nace de esta actitud; la
profundidad de los personajes tiene aquí su origen y la sensación que se
desprende después de su lectura está motivada por este proceso. Es como si hubiera vivido antes, como espectadora o
protagonista, aquello que nos relata. Se convierte, así, en testimonio del
tiempo, de la Historia.