lunes, 19 de diciembre de 2016

DIANA.


Guillermo Tell se coloca la bracera, pone su cuerpo en la posición exacta, apunta y juzga la distancia utilizando su ojo dominante, el izquierdo. Prepara y orienta la flecha. Tensa el arco y dispara.
Dispara y falla.

 Ni la manzana ni su hijo son rozados. Indefectiblemente, y desde hace un tiempo, sus flechas van a parar directamente a África y se hunden en un negro. Ninguna da en el “blanco”.

CARMEN F.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dura crítica; descarnada, incluso; insuficiente, seguramente; desoída, por desgracia. A ver si a Guillermo se le rompe, por fin, su juguete preferido.

Un abrazo.

Ultralas dijo...

Apropiado para estas fechas en las que la sociedad tiene tendencia a no mirar más allá y a la autocomplacencia. Un abrazo.

carmen fabre dijo...

Gracias, Esther. Toda la razón. Besos

carmen fabre dijo...

Gracias, Pedro y sí, aunque lo veo complicado. Besos

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