jueves, 21 de junio de 2012

MARCIAL.




¿De qué está “hecha” la memoria? A veces pienso que de un material espeso, viscoso, denso y muy indiscriminado, sin selección previa alguna.

Un océano de imágenes que evocan recuerdos y al nadar en él desaparecen como burbujas que explotan o se reafirman con una nitidez sin medida. En ocasiones nos parece haber perdido, meses, años, décadas de nuestra vida, pero de pronto: un olor, una comida, un vestido, una canción, un objeto, ponen delante todo el universo de las constelaciones que componen un fragmento de la vida y reconstruimos nuestra historia.

 Este año ,al volver de vacaciones de Semana Santa, una tarde decidí darme una vuelta por un barrio de librerías de viejo. Es tranquilo, se respira lentitud que no pereza. Los pocos transeúntes vamos  parándonos en los escaparates y entrando a curiosear en los locales  “decorados”  con libros en el suelo, en mesas, en rincones sin, aparentemente, orden alguno.

De pronto un gran chaparrón me pilló fuera, en la calle. El agua de lluvia me  perseguía obligándome a correr buscando un refugio, entré en la cafetería  más cercana empapada de agua,  sacudí como pude las gotas  y me senté en un velador.

Era un local peculiar, con sabor en cierto modo literario: veladores de mármol, sillas tapizadas en terciopelo rojo desvaído, algún que otro diván corrido en el fondo, paredes cubiertas de madera oscura color caoba. Tenía un encanto especial.

Allí estaba yo, esperando a que pasase el aguacero, mirando alrededor de un modo indolente cuando de repente algo se encendió en mi memoria, tuve la sensación imprecisa de que  había estado  y vivido allí algo y de que faltaba alguien.

Una inquietud se desató en mí, me dispuse a observar detenidamente el lugar y después cerré los ojos intentando buscar afanosamente algo que desencadenase el recuerdo. Nada.

Se acercó el camarero y pedí un café.

Seguí buceando en la memoria y de pronto descubrí en un rincón un cuadro y debajo de él una mesa distinta, más amplia y como un destello apareció la figura de Marcial, el poeta. Recordé todo inmediatamente.

Durante los años universitarios mis amigos y yo íbamos a aquella cafetería y formábamos un embrión de tertulia literaria, cada uno leíamos lo que habíamos escrito durante la semana y  comentábamos nuestro trabajo. De alguna manera, no sé debido a qué, ese periodo de mi vida  había desaparecido en el fondo de mi mente.


Marcial  era un hombre enjuto, delgado, seco, de edad indefinida que se sentaba siempre en aquella mesa y que continuamente escribía y escribía poemas; no veía ni percibía nada de lo que ocurría a su alrededor.

Al final de la tarde regalaba a los clientes del café sus poemas y declamaba con entusiasmo alguno de ellos, además de romances, redondillas, serventesios y demás estrofas. A cambio  le dábamos algunas monedas para que pudiera cenar antes de que el café cerrara.

Decía que su oficina era el café y su oficio el más maravilloso: escribir poemas y compartirlos.

Una tarde ya no estaba y nadie supo dar razón de él.

Desapareció de mi memoria. Pero una día de aguacero, una mesa y un cuadro fueron suficientes para que viviera otra vez y con él una etapa de mi vida tan romántica, como olvidada.

CARMEN FABRE










9 comentarios:

Unknown dijo...

Es un relato encantador Carmen. Muy bien desarrollado y que se lee de un tirón (bueno si no te tienes que levantar dos veces a meter a los niños en la cama, claro, jaja). Me ha gustado muchísimo. Refleja a un Marcial entrañable y a un pasado personal hermoso. Te felcito, amiga.
Un beso enroscado.
Muaaaaaaaaaaaaaaa!

Gabriel Alejo dijo...

Lo pude vivir. Y del fondo de mi memoria surgió Marcial. como un personaje de quien alguna vez alguien me habló. Gracias Carmen!

Emilio Porta dijo...

Es un excepcional relato. Y de él quiero resaltar algo que me ha parecido importante: la introspección del escritor en su memoria. Ese elemento nos hace ver que lo que vivimos ahora es una mezcla de lo cotidiano y actual, y también de todo aquello que hemos vivido. Eliot y otros autores han reflexionado sobre el tema, pero tú lo has hecho aquí, a partir de una aparente anécdota, y añades algo metaliterario al suceso: el discurso alrededor del mismo y la propia esencia e identidad del personaje recordado.
Hay un momento en la vida en que lo anclado dejar de estar fijo y camina con nosotros. A veces tarda, porque no encuentra la ocasión de salir de dentro. Pero casi todo subyace en nuestro interior y, si sabemos ponerlo en palabras escritas, como tú has hecho en este relato, es material literario de primer orden. En definitiva, siempre escribimos a partir de lo que somos, aunque, a veces, los argumentos parezcan de planetas que personalmente no hemos explorado. Pero nunca es así, porque no hay mejor explorador que la mente, no hay mejor descubridor de nuevos mundos que la imaginación.

carmen fabre dijo...

Gracias, Laura.Siempre atenta.

Un beso y achuchón.

carmen fabre dijo...

Gabriel, gracias a ti. Un abrazo.

carmen fabre dijo...

Emilio, qué decirte. Has hecho un comentario de mi texto tan bueno que no tengo palabras para agradecértelo. En la memoria escondida de cada uno de nosotros hay infinidad de historias, de vivencias que cualquier estímulo puede hacer que aparezcan nítidas .

Gracias y un abrazo.

Manuel dijo...

Querida Carmen: Emilio, con ese conocimiento profundo que tiene de la literatura, solo te hace el honor que mereces.

Tu relato ha conseguido llevarme a mis 20' y esas tardes de pintura, discusión literaria o política y vino peleón en algún café similar al de tu relato. También puede que haya despertado algún fantasma, como el de tu Marcial.

Gracias por ello y por muchas mas cosas.

Nos vemos prontito. Un beso.

Yolanda dijo...

¡Qué bonito!
Carmen, tu relato me ha puesto la pies de gallina y esto es lo que me gusta al leer, que me provoque emociones. Tú lo consigues. Enhorabuena

carmen fabre dijo...

Gracias Yolanda, me agrada provocarte emociones, es un gran elogio.

Muchos besos y gracias por leerme y comentar.

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