lunes, 8 de septiembre de 2014

PORTE.


PORTE.

 Allí está. En la esquina donde quedamos siempre.

 Mientras cruzo el paso de cebra para ir a buscarle mira hacia mí y le hago un gesto con la mano a la vez que sonrío.

 No me ha visto y durante unos pocos instantes disfruto de la sensación de observarle sin que  lo sepa. Como si yo fuera una más de los desconocidos que pasan a su lado. Le contemplo sin que  se sienta espiado.

 Y me gusta  lo que veo.

Me gusta su despiste eterno, su gesto tímido, recogido y esa mirada de aparente mal genio que conozco tan bien y que encierra la mayor dulzura.

Me gusta la forma que tiene de mirar el reloj y  de sostener un libro.

 Ahora me ve.

Viene hacia mí.

Las manos en los bolsillos y esa  manera tan suya de andar cargando un poco el cuerpo hacia delante. En sus ojos, brillo y ausencia.

—Hola. No te vi llegar—dice mientras me abraza.

 —Ya—contesto sonriendo y mirándole.

—¿Por qué me miras así? ¿Qué tramas?

—Nada, cosas mías ¿Vamos?

CARMEN FABRE.



3 comentarios:

Emilio Porta dijo...

Al final la vida personal se reduce siempre a cosas nuestras. El mundo que tenemos en nuestras manos no es objetivo. Es la mirada la que conforma nuestro universo, que es limitado e ilimitado a la vez. Lo que me gusta de la Literatura es su capacidad de darle a la imaginación el poder de crear la vida. Es el pensamiento el que nos hace vivir. Mira la memoria... los hechos vividos quedan en ella. Y es pensamiento. Por eso, al final, da igual lo pasado... se imagine o se viva, como dice la mayoría de los mortales. A veces charlo con Oliveira paseando por París. Y nos tomamos una crepe en alguno de los cafés del Boulevard Saint Michel. Oliveira es mi Oliveira. Ni siquiera el de Cortázar. Él solo nos presentó. Muy silenciosamente, por cierto. Supongo que ahora la Maga estará tratando de hacer carrera de Rocamadour. Qué empeño en hacernos creer que la vida no se puede soñar. Por eso esta entrada va más allá de lo que parece el simple recuerdo de una cita. Gracias por seguir siendo esa escritora que siempre fuiste... incluso cuando leías.

carmen fabre dijo...

Las situaciones más cotidianas, las más simples son, a veces, las que te ofrecen casi sin querer motivos para no dejar que se pierdan, que se escapen como humo.

Esta es o fue una de ellas, observada en la calle, paseando y mirando.

Gracias por tus comentarios, son una fuente de conocimiento.

Ya comienzo a leer otra vez ;). Comienza el colegio

Muchos besos, querido amigo.

Vichoff dijo...

Alguna vez he hecho eso y es muy interesante el resultado. Tanto la imagen de aquel a quien miras sin que sepa que le estás mirando como la propia, medio observador, medio espía.
Qué sencillo y qué hermoso, reina de picas.
Un abrazo.

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