Mi obsesión por la inminencia del fin del mundo venía de
hace tiempo. Comenzó en 1986 con la
llegada del cometa Halley que anunciaba, según numerosos foros de noticias,
desastres, catástrofes naturales, enfermedades y todo tipo de desgracias que
desembocarían en un cataclismo generalizado.
Era entonces un adolescente sin más preocupaciones que mis
notas y gustarle a Helena. No se me ocurrió mejor idea que hablar con ella; si
el mundo se iba a terminar yo no podía morir virgen y me figuraba que a ella le ocurriría
lo mismo que a mí. Quedé con Helena, le propuse mi plan de consumar nuestra
unión antes del fin del mundo y, por toda respuesta, me dio una bofetada que me
dejó sentado en el suelo del parque. Se lo contó a sus padres y estos a los
míos. Total, que terminé castigado un mes y viendo por la ventana el lento discurrir del Halley
por el cielo. El fin del mundo no llegó pero, a partir de ese año mi preocupación
creció y me informaba compulsivamente de
cualquier noticia que lo predijera. No volví a ser el mismo.
La siguiente fecha fue
el 1 de Enero del 2000. Se pronosticaba que los ordenadores dejarían de
funcionar, dando lugar a fallos en el suministro eléctrico, control de ojivas
nucleares etc. y, por lo tanto, el
planeta se autodestruiría.
A finales de de los noventa había terminado mis estudios,
disfrutaba de un trabajo estable en un bufete con prestigio, mi vida social era
buena y tenía novia, Ángeles, con la que proyectaba un futuro, pero ahí estaba
la fecha marcada a fuego: 1 de Enero del 2000. Me obsesioné tanto que decidí
cambiar mi vida radicalmente y hacer todo lo que me apeteciera.
Dejé el bufete, vacié mi cuenta corriente, saqué los ahorros
de la cuenta vivienda, anulé la compra del piso y propuse a Ángeles que se viniera
conmigo a viajar sin rumbo en una furgoneta, hasta que llegase el fin del
mundo. Ángeles, me miró asombrada e intentó, primero convencerme de la
tontería tan inmensa que suponía pensar siquiera que el mundo se acabase y, en
vista de que no lo lograba, pasó a amenazarme de que si no cambiaba de actitud no
volvería a verla y me denunciaría por robo, ya que la cuenta
vivienda era conjunta. Me fui, claro. Y pasé el fin de año de 1999 en una celda
junto con varios elementos a cuál más peculiar.
Rehíce mi maltrecha
existencia pero siempre con la desazón
de la próxima fecha en que se acabaría el mundo. Traté de no pensar en ello,
fui al Psiquiatra y poco a poco la terapia funcionó, conocí a Aurora, me casé
con ella y logré un trabajo digno. Entré en el turno de oficio.
Hubo otra fecha que anunciaba el fin del mundo: el 29 de
Noviembre del 2009 día en el que se puso en marcha el LCH que, decían, podía destruir el Universo por la creación
accidental de un agujero negro; gracias a la terapia pasé como de puntillas por
ese evento.
Pero en Septiembre de
este año 2012 me asignaron la defensa de Luis Alfredo, un inmigrante guatemalteco
que atracó a una mujer. Maldita sea… comenzó a hablarme de la profecía Maya y
toda la terapia se vino abajo. La obsesión volvió y con una fuerza más intensa
que nunca. Esta ocasión no dejaba el menor resquicio a la duda: El mundo se
acabaría el 21 de Diciembre del 2012.
Fui al banco, hipotequé mi casa, vendí el coche, logré un
préstamo personal y saqué con la Visa el máximo permitido, pedí 10.000 euros a
mis padres. Llamé a Aurora y le dije que me iba, que la dejaba y que no
volvería a verme nunca, que quería vivir desaforadamente el tiempo que me
quedaba, ya nunca decía “nos” porque nadie apreciaba mi previsión. Sin darle
tiempo a decir nada, colgué.
Alquilé un Jaguar, me fui a la costa y me alojé en los
hoteles más lujosos, comí y bebí sin control, cerré discotecas y ligué con las
mujeres más hermosas que encontré. Gasté dinero a espuertas hasta que me detuvieron.
Hoy es 1 de Enero de 2013, tengo sobre mí una condena de 25
años en y en un diario he leído un
artículo que comienza:
“A falta de un buen fin del mundo, tendremos un fin de año
de mierda…”
Exactamente.
6 comentarios:
Y es que no hay nada como la realidad y los locos para mirar la vida con un poco menos de desasosiego... bueno, al menos hasta el fin del mundo. Mira que sí es mañana... yo, por si acaso no lo es, voy a seguir con mis pastillitas de mierda... Un beso, Carmen... qué buena escritora eres.
Nota: Respecto al protagonista del relato, pese al final, podría decir de su penúltima etapa "que me quiten lo bailao" . No es mi estilo pero... hay gente para todo.
Efectivamente, han habido muchas predicciones (afortunadamente) erróneas. Siempre hay supersticiones y agoreros que parecen disfrutar anunciando catástrofes. Yo, que te llevo unos años de adelanto, recuerdo, allá por los años sesenta, una predicción, mi primera, del fin del mundo y no veas la de gente que iba a confesarse para morir en la gracia de Dios. Yo casi que prefiero el planteamiento de tu protagonista y, como dice Emilio Porta, que me quiten lo bailao.
Me ha encantado tu relato pero, fíjate qué cosas, yo tenía en mente uno parecido pero, claro, seguro que no de esta talla.
Un abrazo.
Muchas gracias, Emilio y Carpe Diem..
Besos.
Josep, escríbelo y lo publicas. Seguro que es estupendo.
Gracias por tu visita y comentario.
Besos-
La credibilidad de predicciones sin fundamento es como el seguimiento de consignas por obra y gracia del principio de Peter.
Me alegro mucho de encontrarte M. Catnen y espero que sigamos leyéndonos. Mi blogspot es DACTYLIOTHECA asociado a http://elbamboso.blogspot.com.es
Muy buen relato.
Un gran saludo.
Muchas gracias, Antonio. Nos seguiremos leyendo.
Un abrazo.
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