“Como cada día, nuestros ojos se buscan y comienza la batalla”
(Carmen Fabre)
-Pero ¿qué te pasa ahora?
–preguntó Luis a Loreto, su mujer,
cerrando el periódico de golpe. Estoy harto de esa mirada y de tu
actitud, siempre igual, no hay manera de estar tranquilo.
-¡Nada¡ ¿Qué me va a pasar? Pues
lo de siempre. Estás mirando a esa mujer ¿O es que te crees que soy idiota?
-¡Otra vez lo mismo…No te
aguanto! Después de la última discusión, si se puede llamar así a una batalla
por lo mismo, dijiste que nunca más se repetiría esta escena¡ Estoy cansado de
repetir la misma situación !
-¡Pues no me des motivos!
-¡No grites¡ ¡No me grites¡
-¡No te estoy gritando¡ ¡Vámonos
de aquí, estoy cansada de que me menosprecies mirando y queriendo ligar con
otras¡ ¡Toda la vida igual¡ Desde que nos casamos no has parado, ni piensas, y
eso que ya no creo que estés para muchos trotes, no te hagas ilusiones.
-Esto es insoportable, te vas tú
si quieres, yo me quedo. Y no me vengas con tu frase favorita:” Tenemos que
hablar” ¿Cuántas veces “hemos hablado” ya? No sirve de nada, tus celos rayan en lo enfermizo.
Loreto se levantó arrastrando la silla que
sonó igual que un latigazo contra el
suelo. Ya en la calle se imaginó a Luis acercándose a la mujer exhibiendo su
mejor sonrisa, entablando una
conversación, un tonteo que, seguro,
tendría continuación y sintió una oleada de amargura y rabia subiendo a su
garganta. La certeza de esta visión se anclaba en su mente, entraba en ella por
alguna ranura invisible y se quedaba allí convirtiéndose en algo podrido, como
siempre.
Al cabo de unas semanas de esta
discusión Loreto contactó con Rubén a través de una red social; era amigo de
una amiga y aceptó su solicitud. Coincidían en páginas comunes, en gustos,
aficiones y se intercambiaron los
móviles; él llamó, quedaron, se conocieron, volvieron a quedar y se conocieron
más…No entendía bien lo que estaba ocurriendo pero le gustaba. Por primera vez
comprendía a Luis. Se dio cuenta de lo importante que es el deseo ajeno, desear
y ser deseado; percibió con sorpresa la inequívoca lujuria que le producía el
lenguaje no verbal, las miradas, los gestos… La culpa, el sentimiento de culpa,
arraigado en ella, metido a cajón por los principios morales, se fue diluyendo.
Pero aquello no estaba bien, se decía y,
sin embargo, seguía.
Un día alguien los vio y mandaron una foto de los dos a Luis. Cuando
llegó a casa él estaba sentado con el móvil en la mano y su mirada intentaba
taladrar sus ojos.
-¿Qué te pasa?- inquirió Loreto.
-¿A mí? Nada. ¿Dónde has estado?
-Por ahí, tomando algo.
Luis encendió el móvil y en la
pantalla apareció la foto. Su gesto era cada vez más adusto. Los dedos de su mano estaban blancos de la
presión que ejercían sobre el móvil y temblaba perceptiblemente.
-¿Con éste? ¿Tienes un amante?
-Pero ¿qué dices?
- No lo niegues, no tengas el
cinismo de negar la evidencia. Toda la vida aguantando tus celos y ahora ésto..
¡Me marcho , no te aguanto más, eres una …..¡ Y ni se te ocurra buscarme¡
-¡Esto ya es demasiado¡
precisamente tú me recriminas a mí¡ Es solo un amigo, te lo iba a contar cuando
me pareciese oportuno, como haces tú con tus amigas…. Y no ha habido nada entre
nosotros, todavía.
-¿Cómo que todavía?¡ Es el colmo
de la desfachatez¡¡ Hija de…
Llenó de cualquier manera una
maleta y salió dando un portazo que casi saca la puerta de sus goznes.
Pasaron varios días de silencio.
Luis se revolvía en la maraña de imágenes que se acumulaban en su cabeza. Por
primera vez se puso en la piel de Loreto y se sintió celoso, pensó en sus berrinches, sus gritos y acosos
emocionales …que no eran infundados.
Después
de tres semanas interminables, Loreto
llamó al móvil. Luis tembló al ver su nombre en la pantalla, casi se le cae; el
corazón bombeaba descontrolado. Contestó.
-¿Para qué me llamas? Te dije que
se acabó, que no me buscases, todo ha terminado¡¡
- Luis, me he equivocado, vuelve
a casa. Tenemos que hablar.
Colgó el teléfono, recogió sus
cosas, lleno la maleta, rápido como si le fuese la vida en ello y salió de la
habitación de aquel hotel de mala muerte pensando:
-“Tenemos que hablar”.
CARMEN FABRE
7 comentarios:
¡Jo, Carmen, qué complicada es la convivencia!
Hablando se entiende la gente, se dice, pero no siempre, como en este caso, como en otros muchos casos.
Iacob
Me ha gustado mucho tu relato, Carmen. Claro que hay que hablar, ya se sabe: "Hablando se entiende la gente". Y perdonar, siempre.
Un beso.
Iacobus, siempre es complicada y , a veces, la hacemos aun más..
Gracias por tu visita.
Un beso
Me alegro de que te haya gustado, Juan Igancio.
Un beso para ti también.Y gracias¡
Me gusta el relato no solo por lo que dice, sino por lo que hay detrás. Y lo que hay detrás - bueno hay muchas cosas más - es una sociedad basada en reglas que, muchas veces, van contra la propia naturaleza de los individuos. Eso por un lado. Por otro, ese "tenemos que hablar" es "me tienes que explicar" "Te tengo que explicar"...Yo creo que esta sociedad habla demasiado de cosas que no hay que hablar y, sin embargo, a nivel general, habla poco y en profundidad de temas que, probablemente, deberían abordarse con elementos de conocimiento profundos, científicos incluso, que nos llevarían a una sociedad mejor, con más nivel de comprensión y con unas bases de relación diferentes - no digo mejores, pero si más auténticas, más humanas - que las que se establecen de forma automática por reglas escritas y no escritas. Estos pensamientos a vuela pluma requerirían matizaciones, contraste...pero si me surgen de este relato es porque, sin duda, el relato ha conseguido provocar el interés y la reflexión.
Que verdad es Carmen que muchísimas relaciones generan una dependencia terrible. Hace unos días, en una conversación de esas de cocina que tanto nos gustan, salió el tema de las emociones y los enganches. Comprendí que algunas personas se enganchan también a determinadas emociones, como por ejemplo "el sentimiento de pérdida", o "los celos". Es terrible.
Genial el cuento. Te felicito.
Besos infinitos!
Desgraciadamente algunos hombres (Gracias a Dios, no todos) se creen con derecho a todo.
Al protagonita de este excelente relato se le ve el plumero cuando "ve los toros desde la
misma barrera"... Es la vida, Carmen.
Un besito,
Mila
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