viernes, 14 de diciembre de 2012

AISLAMIENTO.




Ninguna de ellas sabía que su destino las haría confluir en un mismo momento, en una misma historia. Las tres vivían en el mismo edificio y nunca se habían cruzado y si lo hicieron alguna vez, no repararon en la existencia de la otra. Dieciséis plantas, cinco ascensores y tres escaleras no facilitaban la coincidencia ni la conversación pausada.

Las tres llegaban a su casa más o menos a la misma hora, cuando la noche se adueña del atardecer y partían al trabajo casi a la vez, al amanecer de un nuevo día que poco se diferenciaría del anterior. Vidas paralelas, semejantes e igual de  anodinas. Cada una con sus fantasmas a cuestas  y sus realidades pesando en el lugar en que se acumulan, la boca del estómago.

A las horas que ,simultáneamente y separadas por varios pisos , paredes, puertas y  escaleras estaban en el edificio de apartamentos , en  cada noche en la que se sumaban eternidades ,intentaban encontrarse a sí mismas o percibir una salida , una señal que les indicase cómo liberarse de sus ataduras y miedos.

Amelia miraba el televisor encendido, pasando las horas sin sentir, recibiendo los destellos de imágenes y sonidos sobre sus ojos y oídos agotados. Pilar se tumbaba en el sofá y observaba una mancha de la pared que parecía estar cubierta por una nube de pensamientos y María tomaba la segunda copa a oscuras, en medio del silencio.

Pasa el tiempo .Amelia  esperaba a su marido de un momento a otro y la sordidez de sus vidas se plantaría delante de ella otra vez. Pilar no esperaba a nadie y María cavilaba en cómo mantener a su hija ella sola.

Tres mujeres solas, lejanas pero cercanas que no sabían formarían parte de una misma historia.

Un sonido crujiente, fuerte e intenso las sacó del letargo interior implantado en cada una al final del día. No sabían que tras el estallido oirían las sirenas, que las grietas abiertas en los muros engullirían  sus pensamientos, que serían parte de un enjambre de cal, enseres y escombros, que la furia de los dioses de la tierra se descargaría en ellas y ya no habría ni apartamentos ni ascensores ni escaleras que las separasen, solo solidaridad entre llantos y miedos y frío…

Un abrazo común las unió en el frío de la intemperie y una salmodia unísona fluyó de sus labios.

CARMEN FABRE

Imagen de Jaroslav Kubicky




8 comentarios:

Vichoff dijo...

Qué bueno, Carmen, qué bien conduces el relato hasta un final extraordinario.
Un abrazo.

Angeles Fernangómez dijo...

Caray, unidas por la tragedia.
Besos

Maria Sangüesa dijo...

Muy bueno, Carmen, y estremecedor. Un beso.

Miguel Navarro dijo...

Impresionante.

carmen fabre dijo...

Así es Ángeles. A veces vivimos sin vernos hasta que algo trágico nos pone delante del otro.Gracias y un beso.

carmen fabre dijo...

Gracias FEFA. Un beso¡¡

carmen fabre dijo...

Encantada de verte por aquí María y gracias .Un beso.

carmen fabre dijo...

Muchas gracias Miguel. Un abrazo y ven cuando quieras.

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