Invertí varias semanas en mirar pisos de alquiler; todos
tenían algún inconveniente o, al menos, eso veía yo. O el salón estaba muy cerca de la cocina y al
guisar seguro que el olor se notaría inmediatamente o el baño era demasiado
pequeño o demasiado grande o no me gustaban los azulejos o el suelo , o, o.. o…
Lo que realmente ocurría era que, en el fondo, no quería irme de mi casa ni de
la vida compartida con David.
Encontré uno muy parecido al mío, al que deseaba dejar
intentando pasar página. El alquiler suponía más dinero del que tenía en mente pero
estaba cerca del trabajo. Me decidí y firmé el contrato.
Contacté con una empresa de mudanzas y en dos días el salón
estaba colonizado por cajas y paquetes embalados en papel de burbujas, al ver
tanto plástico con burbujitas pensé que explotarlas me ayudaría, en algún momento, a sofocar la ansiedad, seguro.
Había vivido tres años en mi antigua casa y me resistía a abandonarla
con todo lo que ello suponía; por eso dejar las llaves definitivamente me
costaba y por eso cada día limpiaba mi nuevo piso sin acabar de hacerlo, por
eso hoy iba a traer en una maleta enorme la ropa que me quedaba pero volví con
tres sartenes y un bote de espaguetis en una bolsa de Carrefour.
Ayer pensé en llamar a David, en decirle que tiene que
venir casa, que soy un desastre que he
hecho fatal la mudanza y que seguro que me podría ayudar porque él sabe siempre
perfectamente donde va cada cosa, cada objeto, cada documento, cada libro…Pero
fui yo la que le dijo que se marchara, la que le echó de mi lado, no puedo
llamarle ahora y decirle como si nada: hola David ¿cómo estás? Yo muy bien,
aquí de mudanza y ya sabes que soy una calamidad, ¿te importaría…? Imposible,
no puedo hacerlo, sospecharía que me estoy burlando de él.
Poco a poco fui colocando los enseres a la vez que
recolocaba los sentimientos en mi mente: Tú, duda, aquí; tú nostalgia, quítate,
no estés siempre en medio, retírate y ponte al lado de aquel libro de poemas en
el rincón, al lado del trigémino; tú, desencanto, vete con ella. Tú, autoestima
adelántate y ponte en el prefrontal, en primera fila y¡ haz tu trabajo de una
vez¡
Aparecieron, entre ellos, objetos de David. Tendría que llamarle,
pero ahora no, más adelante. Puede pasar perfectamente sin su funda de móvil o
sin el mechero que le regalé cuando vine de Ceuta. Sí, más adelante le
llamaría. Aunque el mechero le gustó mucho, en su momento.
Encontré cosas que daba por perdidas y me alegré, como si me
hubieran hecho un regalo. Puse todo en su sitio nuevo, cambié la colocación de
los cubiertos en el cajón, David tenía una manera peculiar de hacerlo y me
gustaba pero no quería que el simple hecho de buscar un tenedor o una
cucharilla para remover el café me descolocase y sé que pasaría; me conozco.
Colgué cuadros, coloqué la ropa en los cajones y armarios,
los libros a mi aire, sin orden lógico, en los estantes, carpetas de facturas,
recibos, avisos del banco etc. en el clasificador… hice las camas, resitué los
muebles de mi cuarto varias veces…cambié las cortinas de habitación otras
tantas y llené la nevera. Compré zumo de piña, el preferido de David.
Todo iba más o menos bien hasta que empecé con los elementos de aseo. En una de las bolsas
apareció una cajita que no era una simple cajita. Era la cajita de los tapones
de los oídos de David. Me quedé mirándola como sonámbula durante no sé cuánto
tiempo.
Estaba claro ahora sí que tendría que llamar a David, es
imposible que esté sin sus tapones de los oídos. Voy a por el móvil.
CARMEN FABRE.
5 comentarios:
Siempre se encuentra alguna excusa para acabar llamando :) un gusto pasar por aqui. Besos!
Gracias Pilar, sí, es cierto y si no la encontramos seguimos buscando con insistencia..Un beso, preciosa y gracias¡¡
Qué buen relato, Carmen. Cuesta mucho deshacerse de lo cotidiano. Pero, ¿para qué quería hablar la protagonista de tu cuento con un señor que no la escuchaba? A veces,o seguramente siempre, es mejor estar solo que mal acompañado.
Un besito.
Si es que hay cosas que no cambian nunca, pero hay que saber contarlo tan bien como tú y hacer de tu relato un regalo delicioso para un alto en el camino en una tarde lluviosa.
Gracias por este regalo mi niña. Un abrazo
Me ha gustado mucho el desenlace de este buen relato.
Un beso.
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