lunes, 4 de febrero de 2013

EL ARMA DEL CRIMEN



EL ARMA DEL CRIMEN.

Rosa Rivera estaba esperando a su marido. Era miércoles y los miércoles no hacía cena; salían a tomar algo cerca de casa, tenían esa costumbre desde que se casaron hace ya quince años.

Echó una ojeada a la habitación. Limpia y acogedora; los visillos, de un blanco inmaculado, echados, las lamparitas cercanas a los sillones encendidas y en la bandeja la botella de whisky, el recipiente con los cubitos de hielo, las pinzas, los vasos…,todo en su sitio. Puso la radio y sintonizó la emisora de jazz. Como siempre, Raúl tomaría una copa mientras ella terminaba de arreglarse.

Se miró en el espejo que le devolvió una imagen sonriente y optimista, la vida le iba bien, no se podía quejar. Tenía 45 años y conservaba  una piel suave, dorada sin llegar a ser demasiado oscura  y en los ojos percibía una mirada serena que no mostraba  preocupación por el futuro y con la paz de un presente satisfactorio.

A las seis escuchó el sonido de las ruedas del coche en la grava de la entrada, el ruido de la puerta al cerrarse y el de la llave al abrir la puerta de la casa. Raúl entró en la salita.

-¿Qué tal el día? Enseguida estoy lista. Antes de que acabes el whisky estaré aquí-dijo acercándose para darle un beso -.

-Hoy no salimos a cenar. Siéntate Rosa, tengo algo que decirte- dijo mientras se ponía una copa con más cantidad de whisky que  de costumbre y con un temblor casi imperceptible, pero que Rosa notó.

-Si no te apetece salir puedo hacer cualquier cosa. En el congelador hay un solomillo, cordero, cerdo…se hace en un momento al horno y además…

Sin dejarle continuar, Raúl insistió:

-Siéntate.

Y comenzó a hablar. Rosa permaneció sin moverse durante los pocos minutos que su marido empleó en comunicarle que la dejaba, que se había enamorado de otra mujer, pero que no se preocupase por nada porque, por supuesto, pensaba atenderla como era debido mientras viviera. Conforme lo iba escuchando  se le llenaba la boca de un amargor semejante al de la bilis. La noticia más inesperada se había instalado en su vida; aquello no podía estar sucediéndole a ella, a otras sí, pero a ella, no; se negaba a aceptarlo.

-Voy a hacer la cena.

-Por Dios, Rosa, no voy a cenar, me marcho.

Fue a la cocina, abrió el congelador y sacó medio solomillo de añojo. Volvió a la salita.

Raúl, de espaldas en el salón, insistía.

-No hagas cena, voy a salir.

Se acercó a él y sin pararse a pensar le dio lo más fuerte que pudo en la cabeza con el medio solomillo congelado. Cayó como un fardo y la alfombra comenzó a empaparse de sangre.

Dio media vuelta, fue al baño y se lavó las manos. Tenía que actuar deprisa. Cogió el abrigo, una bolsa,  el monedero y salió de casa en dirección a la tienda de Fermín.

-Buenas noches, Fermín –dijo sonriente.

-Hola Rosa, ¿qué deseas?

- Pues, mira, voy a hacer para cenar un solomillo al horno así que dame una patatas pequeñas y verduras para completar la guarnición. Pensábamos salir a cenar, como todos los miércoles, pero Raúl ha venido cansado y nos quedamos en casa. Trabaja demasiado.

-Una velada tranquila por lo que veo.

-Sí, luego mientras Raúl lea la prensa yo terminaré mi novela. La verdad es que me apetece- comentó Rosa sonriendo.

Ya en casa no entró en la salita, se fue directamente a la cocina  y metió en el horno el solomillo a medio descongelar. Después llamó a la policía representando una escena de pánico y salió fuera de la casa a esperarla sollozando compulsivamente.

José Rupérez y Jaime Galíndez, inspectores de policía, llegaron en pocos minutos. Muy amables intentaron consolarla, calmarla, para que pudiera contar lo que había sucedido.

Rosa les contó que normalmente salían a cenar los miércoles pero que Raúl vino muy cansado y decidieron quedarse en casa. Siempre tenía algo en el congelador, escogió un solomillo y mientras se comenzaba a hacer en el horno, salió a la tienda de Fermín para comprar algunos ingredientes que le faltaban  y cuando llegó, cuando llegó… un sollozo le rompió la voz y no pudo continuar.

-Cálmese, señora. No se preocupe de nada. Nosotros comenzaremos la investigación. Usted tranquilícese. Averiguaremos quién y por qué ha asesinado a su marido ¿necesita que llamemos a su médico?

-No, gracias, ya estoy mejor. Voy a ir a la cocina, se me había olvidado por completo que tenía el horno encendido no sea que se produzca un accidente.

Se levantó y salió del salón con una expresión dolorida. Al cabo de unos minutos volvió a la salita, los inspectores y el forense estaban inspeccionando el cadáver y especulando sobre cuál podría haber sido el arma del crimen.

-¿Saben algo ya?

-No exactamente, la herida que le ocasionó la muerte fue provocada por un objeto pesado y romo pero no encontramos nada semejante. Buscaremos fuera de la casa.

-Bien-contestó Rosa.

Al cabo de un tiempo, no demasiado, dijo: Disculpen mi atrevimiento pero la cena está hecha y es una pena desaprovecharla, yo no puedo comer nada en estos momentos pero ustedes podrían tomar un bocado, si les apetece. Y volvió a convertirse en un valle de lágrimas…

Juan y Jaime se miraron y aceptaron comer algo. Mientras lo hacían comentaron a Rosa:

-En cuanto encontremos el arma del crimen, todo será más fácil, se lo aseguro.

-Seguro que sí –afirmó Rosa mientras les obsevaba comer el solomillo…

CARMEN FABRE










6 comentarios:

Rosa dijo...

¡Es genial!... A veces me asusta esa tremenda imaginación que tienes mi admirada Carmen. Menos mal que sé que eres pacífica, pero pensar en matar a alguien con un solomillo me hace pensar y mucho (jajaja!.

Gracias por regalarme una sonrisa antes de acabar el día.

Un abrazo enorme.

Manuel dijo...

Si el autor pudiera ser identificado con su personaje, estaríamos ante una Carmen perfecta asesina, fria, calculadora, capaz de construir cualquier historia y darle tal viso de verosimilitud que uno llega a creer que lo que lee está sucediendo en la vida real.

On es esa la vida real y esta que vivimos, la ficción?

Enhorabuena, Carmen. Un relato impresionante... ¿o es solo una confesión?

carmen fabre dijo...

Rosa, me has hecho reir. Sí soy pacífica ( afortunadamente) pero ya sabes.. la imaginación te permite ponerte en situaciones inpensables ¿o no? Besos¡¡y , como siempre, gracias amiga.

carmen fabre dijo...

¿Quién sabe, Manuel? y muchísimas gracias, leeros es un aliciente.Ya sabes "nos gusta que nos lean"

Besos¡

Mari Carmen Azkona dijo...

La mejor manera de deshacerse del arma de un crimen que he visto nunca. Eres extraordinaria, Carmen!!!

Besos y abrazos.

carmen fabre dijo...

Gracias Mari Carmen.. ahora que la busquen¡¡ besos.

Publicar un comentario

Gracias por visitarme.