TERAPIA.
Llegó a su casa agotada después de un día de trabajo espantoso.
Se sentó, abrió el ordenador y comenzó a escribir; era parte de la terapia y se
esforzaba en cumplirla. Sus dedos circulaban por el teclado deslizándose
suavemente, creando historias que nadie, ni ella misma, volvería a leer. Las palabras
morían una tras otra sin clemencia, las mataba después de escritas, sin
indulgencia alguna.
Lo mismo hará mañana
y pasado y al otro… Y cientos de historias morirán mientras ella se sienta
vacía.
CARMEN FABRE
6 comentarios:
Qué duro ese final, Carmen, qué pena me da que esas historias mueran.
Pero el relato es uma pequeña maravilla.
Un abrazo enorme.
Carmen, qué bueno pero que triste. Qué no nos ocurra nunca eso. Aunque pensándolo bien, yo me cargo palabras y versos enteros. A veces a pares. Mea culpa. Un beso.
Inteligente. Espléndido. Diferente. Y profundo y real como la vida misma. Me gusta mucho este micro, Carmen.
Sí, es duro. Últimamente me salen textos así, será el cansancio de fin de curso.. Me alegro de que te haya gustado, Fefa.
Un beso.
Ana es que no paras de corregir, el remedio es publicar, ya sabes, a ver si te animas.
Besos y gracias.
Gracias Emilio. Tú siempre animando.
Un beso.
Publicar un comentario
Gracias por visitarme.