lunes, 27 de enero de 2014

ELUCUBRACIONES.


ELUCUBRACIONES.

— ¿Qué les pasará?—pensó Avelino al ver salir del ascensor a la pareja del 2º-dcha.

Esas caras no denotan nada bueno. Pero qué quieren que les diga, se veía venir. A mí no se me escapa una, son muchos años de portero y la experiencia es un grado.

 Se separan. Si estaba cantado.

La mujer es muy agradable pero, ¿él? Él es un sieso. Sale ganando, no me cabe la menor duda. Cuanto antes pase ese trago, mejor y como se quedará en casa,  porque  los niños que son menores, a ese no le tengo que soportar más. Ni a las huellas de sus zapatos, que es un guarro, no se limpia en el felpudo cuando vuelve de la calle.

***

Entraron en el estanco. Juan le dio el paquete de tabaco por deducción, se trataba de un cliente habitual, ya que el hilo de voz que salió de él era casi inaudible y, además, tuvo que llamarle para que recogiera las vueltas.

—Por Dios, otro que se va al paro. Qué desastre. No sé dónde vamos a llegar. Vaya trago. O igual son los dos los que se quedan sin trabajo. Y con tres niños que tienen, pobres. Qué mala suerte, con lo bien que me caen…

***

Se pararon a sacar dinero en el banco.

Mientras esperaban la cola  en el interior de la sucursal miraban  los movimientos en la libreta. Ella se mordía los labios y él  le dijo algo con gesto serio.

Manuel, el interventor, levantó la vista de sus papeles y se sobresaltó al notar la preocupación y nerviosismo de la pareja.

—¿Tenían preferentes? ¿Estaban al día con la hipoteca? No me acuerdo. Han sido tantos…Pero no creo lo recordaría, son clientes de toda la vida. Aunque yo qué sé, les ha pillado a muchos.

Miró a su compañera Isabel y notó también preocupación en su rostro.  Intercambiaron un gesto de abatimiento y siguieron con su rutina.


***

—¿Cuál de los dos será? Esta maldita enfermedad no para. O a lo peor son los dos, o un hijo, que eso sí que tiene que ser  duro…

Julio es conductor de la línea 657 que va al Hospital de Puerta de Hierro. Lleva ocho años haciendo el mismo recorrido y observando a los viajeros. Tiene un master en lenguaje gestual y distingue  a primera vista la preocupación de los pasajeros.

Pero no bajaron en la parada del Hospital.


***

—Buenos días, tenemos hora con Don José Luis Gómez.

—Deben esperar unos minutos, ahora está con otra visita. Pueden sentarse si lo desean. No creo que tarde mucho.

—Muchas gracias.

Los dos de sentaron en un sofá gris con brazos metalizados y permanecieron en silencio.

Ella miraba hipnóticamente el ir y venir de los peces en un acuario que estaba enfrente.

—Lo que daría por ser uno de esos peces.  No se preocupan de nada, solo tragan y tragan agua y se les olvida todo a los pocos minutos. O eso dicen. Memoria de pez, qué maravilla.

Él hojeaba una revista de un sindicato que estaba sobre la mesita.

—Sindicatos… ¿Dónde están ahora los sindicalistas de antes? Se han  convertido en una especie en peligro de extinción.

A los pocos minutos salió del despacho una mujer. Lloraba sin disimulo apretando un papel sobre el pecho.

La siguieron compungidos y su angustia aumentó en un momento.

—Pueden pasar.

Visiblemente inquietos se tomaron las manos en un gesto absolutamente natural. Entraron en el despacho.

—Buenos días a los dos—les dijo Don José Luis Gómez.

—Buenos días—dijeron —.

—Enhorabuena. Ramiro ha aprobado dos de las cuatro asignaturas que le quedaron en Junio. No repite curso.

CARMEN FABRE.
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