ELUCUBRACIONES.
— ¿Qué les pasará?—pensó Avelino al ver salir del ascensor a
la pareja del 2º-dcha.
Esas caras no denotan nada bueno. Pero qué quieren que les
diga, se veía venir. A mí no se me escapa una, son muchos años de portero y la
experiencia es un grado.
Se separan. Si estaba
cantado.
La mujer es muy agradable pero, ¿él? Él es un sieso. Sale
ganando, no me cabe la menor duda. Cuanto antes pase ese trago, mejor y como se
quedará en casa, porque los niños que son menores, a ese no le tengo
que soportar más. Ni a las huellas de sus zapatos, que es un guarro, no se
limpia en el felpudo cuando vuelve de la calle.
***
Entraron en el estanco. Juan le dio el paquete de tabaco por
deducción, se trataba de un cliente habitual, ya que el hilo de voz que salió
de él era casi inaudible y, además, tuvo que llamarle para que recogiera las
vueltas.
—Por Dios, otro que se va al paro. Qué desastre. No sé dónde
vamos a llegar. Vaya trago. O igual son los dos los que se quedan sin trabajo.
Y con tres niños que tienen, pobres. Qué mala suerte, con lo bien que me caen…
***
Se pararon a sacar dinero en el banco.
Mientras esperaban la cola
en el interior de la sucursal miraban los movimientos en la libreta. Ella se mordía
los labios y él le dijo algo con gesto
serio.
Manuel, el interventor, levantó la vista de sus papeles y se
sobresaltó al notar la preocupación y nerviosismo de la pareja.
—¿Tenían preferentes? ¿Estaban al día con la hipoteca? No me
acuerdo. Han sido tantos…Pero no
creo lo recordaría, son clientes de toda la vida. Aunque yo qué sé, les ha
pillado a muchos.
Miró a su compañera Isabel y notó también preocupación en su
rostro. Intercambiaron un gesto de
abatimiento y siguieron con su rutina.
***
—¿Cuál de los dos será? Esta maldita enfermedad no para. O a
lo peor son los dos, o un hijo, que eso sí que tiene que ser duro…
Julio es conductor de la línea 657 que va al Hospital de
Puerta de Hierro. Lleva ocho años haciendo el mismo recorrido y observando a
los viajeros. Tiene un master en
lenguaje gestual y distingue a primera
vista la preocupación de los pasajeros.
Pero no bajaron en la parada del Hospital.
***
—Buenos días, tenemos hora con Don José Luis Gómez.
—Deben esperar unos minutos, ahora está con otra visita.
Pueden sentarse si lo desean. No creo que tarde mucho.
—Muchas gracias.
Los dos de sentaron en un sofá gris con brazos metalizados y
permanecieron en silencio.
Ella miraba hipnóticamente el ir y venir de los peces en un
acuario que estaba enfrente.
—Lo que daría por ser uno de esos peces. No se preocupan de nada, solo tragan y tragan
agua y se les olvida todo a los pocos minutos. O eso dicen. Memoria de pez, qué
maravilla.
Él hojeaba una revista de un sindicato que estaba sobre la
mesita.
—Sindicatos… ¿Dónde están ahora los sindicalistas de antes?
Se han convertido en una especie en
peligro de extinción.
A los pocos minutos salió del despacho una mujer. Lloraba
sin disimulo apretando un papel sobre el pecho.
La siguieron compungidos y su angustia aumentó en un momento.
—Pueden pasar.
Visiblemente inquietos se tomaron las manos en un gesto
absolutamente natural. Entraron en el despacho.
—Buenos días a los dos—les dijo Don José Luis Gómez.
—Buenos días—dijeron —.
—Enhorabuena. Ramiro ha aprobado dos de las cuatro asignaturas
que le quedaron en Junio. No repite curso.
CARMEN FABRE.
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