GRITO.
Me gusta
gritar.
Grito a mi
imagen en el espejo, grito al móvil, a la televisión, al mando a
distancia, a la tostadora, al teléfono, a las facturas, al policía, a la
fachada del banco de la esquina, a las p. llaves que no encuentro…
Incluso he gritado
agitando el puño hacia el cielo y realizando juramentos eternos.
Ayer tuve una sesión impresionante de gritos con la puerta del garaje, digna de figurar en
una antología, si la hubiera o hubiese, de monólogos con objetos inanimados.
Pero el mayor placer, la mayor satisfacción en
mi habitual desahogo a gritos ocurre los domingos, durante el fútbol, en
noventa minutos descargo toda la tensión acumulada y mis gritos alcanzan una
perfección inigualable: grito al fondo sur, grito pidiendo alcohol (yo, que
solo tomo un sorbito de vino), grito al hincha de delante, grito a los
jugadores y al árbitro.
Es una sensación extraordinaria, inigualable.
Salgo del campo como nuevo, dispuesto a hacer mi trabajo con energías renovadas
y el ánimo a punto.
Al volver a mi casa me cambio de atuendo. Llego
con tiempo suficiente para confesar y celebrar la misa de ocho.
CARMEN FABRE
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4 comentarios:
Es un relato muy bueno, Carmen, con ese final inesperado que tanto gusta en los micros
Fue un placer conocerte.
Muchos besos.
Es un relato muy bueno, Carmen, con ese final inesperado que gusta en todos los micros.
Fue un placer conocerte.
Muchos besos.
Jeje... Me has sorprendido, reina de picas. Muy bueno.
:-)
Un abrazo.
Estupendo grito, al que sin duda añadirás los de estos últimos días.
Un abrazo.
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