¿FUEGO…?
Me pidió fuego.
Quedé absorto por sus
ojos grises, profundos y por el timbre oscuro de su voz, pero yo no fumo y no
llevaba un encendedor o cerillas.
Desapareció.
Hace ya cinco años que empecé a fumar y que recorro insistentemente, una y
otra vez, cada tarde, la calle en que coincidimos; doblo la esquina siempre con la esperanza de encontrarla.
No la he vuelto a ver.
Toso, enciendo un cigarrillo…, doblo la esquina, toso,
enciendo otro cigarrillo… y vuelvo a doblar la esquina.
Nunca se sabe.
CARMEN FABRE.
7 comentarios:
Me gusta el estilo de frases cortas, de impacto, como sabes. De este relato - inteligente en la descripción de lo obsesivo y de lo anhelado - me quedo con ese vivir en la incertidumbre mezclada con la esperanza, el tono irónico del contenido y, sobre todo, cómo está escrito. Magnífico, Carmen.
Me ha encantado. Me gusta tu estilo. Volveré a leerte.
Saludos.
¡Qué bueno, Carmela, qué bueno!
Con lo que me gusta a mi fumar.
Besos apretadisimos, primor.
Emilio muchas gracias. Las frases cortas me daban un poco de miedo, no sabía si resultaban demasiado bruscas en el texto, veo que no.
Un abrazo y gracias otra vez¡
Máximo muchas gracias, vuelve cuando quieras, un placer.
Besos.
Hola Laura , ya , ya sé lo que te gusta fumar... muchos besos y gracias.
Una esperanza y una obsesión bien desarrolladas.
Un abrazo Carmen.
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