LA GOULUE
El cartel frente a la entrada del Moulin Rouge reproducía
una bailarina con las enaguas blancas, muy blancas y ejecutando una nueva danza
creada hace poco, el Can-cán. Un baile que cortaba la respiración. Ocho minutos
de armonía ejecutados a un ritmo frenético, siguiendo la partitura de
Offenbach.
Llevaba un corpiño con un estampado de lunares. Su pelo recogido en un copete espeso y bien acabado, como una
cimera .El escote, amplio, permitiéndole
lucir sus hombros como a ninguna de sus compañeras de baile.
Henri miraba satisfecho
aquel cartel, lo había dibujado él.
En la acera de la calle una gran cantidad de gente se
agolpaba impaciente por entrar. En el
techo del edificio, majestuoso, el molino rojo giraba sus aspas con una
cadencia que contrastaba con el ritmo que sonaba en el interior del local.
Accedió al local por la puerta trasera, recorrió lo más
rápido que le permitían sus piernas deformadas un pasillo oscuro y se quedó
entre bastidores. Llegó justo cuando comenzaba el espectáculo. La música era
indescriptible y los chillidos de las bailarinas, magnéticos. Allí estaba ella,
La Goulue, pequeña, de piel blanca, rubia, mostrando su busto que sobresalía provocativamente
fuera del corpiño negro.
En cuanto comenzaba a bailar las mejillas se le sonrojan, el pelo se sale fuera de su
sitio, los brazos se elevan , las piernas se doblan, se balancean, giran,
golpean al aire a través de una espuma
de plisados destacando, por encima de la liga negra, un trozo de piel desnuda .
Se da la vuelta, levanta las enaguas y enseña un corazón bordado que se parte
en dos cuando se inclina…
—¡Más arriba, Goulue, más
arriba!—gritaba el público enardecido— Y entonces ella se acercaba
provocativa y quitaba el sombrero con la
punta del pie a algún caballero que se
rendía de inmediato a su encanto.
Henri sintió unas ganas locas de salir a escena y, como ya
había hecho en otras ocasiones, se estiró hacia arriba todo lo que pudo y sus
piernas crecieron inmediatamente junto
con sus pantalones a cuadros. Se incorporó como un loco al baile y La Golulue
lo abrazaba, besaba, cantaba y danzaba con él. La chistera cayó de su cabeza, rodó hacia el
hueco de la orquesta y acabó encima de uno de los trompetistas.
Acabaron el Can-cán con “Le grand-écart”, dando un salto apoteósico cayendo los dos al suelo, gritando, casi en trance, con las
piernas totalmente abiertas.
Y se cerró el telón.
Inmediatamente después estaba con La Goulue en el campo,
rodeado de belleza, en un suelo mullido y verde. Era mediodía y hacía calor, se
tumbaron. Ella le tendió sus brazos y Henri se dejó caer en ellos.
—Me gustas de cualquier manera, Henri—susurró ella su
oído—Sean como sean tus piernas. Eres adorable.
Henri sonrió, la abrazó más fuerte y, rodeando con sus manos la almohada, se dio
la vuelta y siguió soñando.
C.FABRE
10 comentarios:
Un buen relato para recordar que la felicidad está en los gestos más sencillos y espontáneos. Espero que Henri haga su sueño realidad.
(Ojalá siguieran pintándose a mano los carteles que anuncian espectáculos. ¡Eran maravillosos!).
Un abrazo.
¡Oh, la,la,lá! Que excelente descripción de ese otro tiempo, el París de la France siempre loco, para continuar soñando que puede ser verdad.
Un abrazo.
¡Oh, la,la,lá! Que excelente descripción de ese otro tiempo, el París de la France siempre loco, para continuar soñando que puede ser verdad.
Un abrazo.
Henri Toulouse-Latrec... aristócrata y genio de la pintura al que la infancia le condenó a una piernas que nunca crecieron... pero sí su mente y su corazón. Perdido entre la absenta, olvidaba su dolor. Era un asiduo del Moulin Rouge y pintó muchos de sus carteles, auténticas obras de arte. Qué precioso cuento de homenaje y memoria a un hombre que solo en sueños pudo ser feliz.
Esther, muchas gracias y sí, eran maravillosos.
Gracias, Rosa. Un beso enorme.
Emilio, al ver los cuadros de Henri Touluse en París me impresionaron de un modo especial y, sí, los sueños a veces es lo único que nos queda. Gracias, como siempre.
Besos.
Un magnífico relato sobre el amor imposible, los deseos incumplidos y los sueños de quien le sobra imaginación e ilusiones.
Un abrazo.
Ya veo que no solo visitaste París, sino que te trajiste un trocito para compartirlo con nosotros. Qué bonito es soñar y hacer que sueñen nuestros personajes. Me encanta esta estampa, gracias por compartirla.
Besos y muchos abrazos
Ver la estampa real de las aspas girando cadenciosamente sobre el techo ...fue mágico, el resto una historia que en los sueños pudo ser...
Gracias, querida amiga. Besos
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Gracias por visitarme.